
Te cuento sobre mi visita al Priorat una zona de grandes vinos, productores auténticos y con un gran espíritu de lucha, trabajo y respeto por la tierra.
Salimos de Barcelona a las 9:00 de la mañana rumbo al Priorat con una amiga. Viajamos dos horas que entre música, conversación y mate se pasaron muy bien. Confieso que es uno de mis planes favoritos, me encanta salir a la ruta temprano para visitar viñedos.
Llegamos a Gratallops uno de los pueblos principales, con unas cuantas bodegas próximas para visitar. Ahí muy cerquita a unos 15 minutos esta Vilella Baixa una villa de 45 habitantes ahí nos esperaba Jordi Fernández que desde el 2003 esta a cargo la agricultura y enología de la bodega Gratavinum que elabora en agricultura orgánica y biodinámica certificada.
El Priorat es una zona con mucha historia vitivinícola. Los primeros en reconocer las cualidades de esta tierra para la elaboración del vino fueron los monjes cartujos procedentes de Provenza. Se establecieron en el siglo XII al pie de la sierra de Montsant. Fue en este siglo cuando fundaron la Cartuja de Scala Dei. Los monjes cartujos fomentaron la expansión del cultivo de la vid y descubrieron las excelentes aptitudes de la zona para la elaboración del vino. Conocían perfectamente los terrenos más adecuados para cada variedad.
Jordi nos contaba que una de las singularidades del Priorat es que el macizo del Montsant protege de los fríos vientos del norte, no tiene influencia del mar y presenta una marcada diferencia de temperatura entre el día y la noche. Nos subimos a su camioneta por carretera entre viñas y muchas curvas llegamos hasta Col de Falset donde se ubica una parte de sus viñedos propios.
Cuando llegamos el paisaje me dejo boca abierta, es de una belleza imponente, ahí estaba el Priorat rodeado de montañas y terrazas con vides que estaban en época de brotación. Se respiraba un aire tan puro que solo podíamos contemplar en silencio y emoción tanta naturaleza. El sonido de los pájaros junto con el olor a tomillo que había en el ambiente era encantador. Nos quedamos un largo rato mirando las terrazas de las bodegas, el lugar está rodeado de montañas donde los productores tienen que tallar la tierra en terrazas para plantar en laderas con pendiente sus vides.
El suelo también es algo que le da mucha identidad, está formado por Licorella una piedra de pizarra, es muy dura y compacta lo que hace que la raíz tenga que penetrar en profundidad. Es difícil el trabajo de la planta para penetrar con su raíz por los pequeños espacios que le quedan. Esa pizarra ayuda a mantener la temperatura. Por estas razones que los vinos de la zona son tan especiales, por todo lo que implica hacer vino en esas condiciones y por la personalidad potente y de color intenso que se logra.
Continuamos la visita recorriendo la bodega, Jordi nos contó mucho sobre las técnicas de la agricultura biodinámica que realiza y sólo bastaba con mirar alrededor para ver la vida en sus viñedos. Cubierta vegetal con flores, mariposas, insectos volando, todo en armonía con el universo.
Mas tarde ya llegando al final catamos 4 vinos increíbles que definitivamente representaban esa tierra. Encontré mucha armonía en sus vinos, sabrosos, largos, complejos, aterciopelados. Son vinos que hacen reflexionar.
1 SIlvestris 2018 Natural sin sulfitos solo 3000 botellas un blend de cariñena y syrah
2 2PI R 2018 un blend de Garnacha, cariñena, Syrah
3 GVS 2013 blend de Cariñena, Garnacha.
4 Dolç d´en Pigué 2017 blend de Garnacha y cariñena.
Al terminar hicimos un pícnic contemplando el paisaje soñado y recorrimos la villa de 40 habitantes que definitivamente nos invita a volver. ¿Quieres sumarte la próxima?
Suscríbete a mi newsletter y entérate primero de las salidas y eventos.
Gracias por leerme.
Sandra.